29 de noviembre de 2012

Un desvío en el Camino. Rioja

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Uno de los caminos más bonitos de Rioja es, sin duda, uno muy poco transitado. La carretera es estrecha y el asfalto desigual. Los coches se tambalean un poco y el conductor tiene que andar despierto pues las curvas se repiten sin cesar. Una lástima. No queda más opción que pararse; el paisaje lo pide.  Las viñas se extienden desde la carretera hasta donde se levanta un castillo, costumbre del paisaje en esta zona de elevar picos para la vigilancia, y costumbre del hombre de erigir castillos y torres en esos picos. Estos promontorios de difícil acceso fueron lógicos enclaves para el asentamiento de pueblos, y con los pueblos llegaron cuevas en la roca, que sirvieron de guaridas y de almacenes para la comida… y más adelante de bodegas. Para el vino, como se puede entender.

 El camino en si va desde Elciego hasta San Vicente de la Sonsierra. Dejamos al Norte la A-124 que conecta Haro con Laguardia y que es el camino “más tradicional”. Al Sur dejamos también  la N-232 y la AP68, vías rápidas que no invitan al sosiego. En este camino uno se encuentra con una Rioja que es muy diferente de la que se desprende de las ofertas en los lineales de los hipermercados urbanos. Si el paisaje se pudiera meter en una botella, éste debería ser el que usara Rioja: lejos del ruido, cerca de la viña. No es una paisaje estático, pues cambia cada mes, pero es siempre el mismo paisaje, una seña de identidad que cautiva.

A quien haya leído hasta aquí (gracias por ello) es posible que le entren ganas de conocer este camino, de imaginar carros que llevaran uvas a San Vicente cuando los caminos aún eran de tierra. Se puede imaginar el polvo que se levantaba, el sol encima, tal vez las uvas oxidándose ya en tiempos en que eso no importaba tanto. La imaginación se puede echar a volar, sobre todo si coincide con la época en que los estorninos sobrevuelan hambrientos estos campos.

Sólo la modernidad de bodegas y hoteles nos devuelven al presente, y no es despertar desagradable. Esta región ha sido agraciada por la arquitectura moderna. A las Casonas antiguas, nobles y blasonadas se han unido construcciones modernas que, por lo general, tratan de cuidar el estilo antiguo y que, si se apartan, es para lucir con intensidad formas singulares. Es el caso del famoso hotel de Marques de Riscal, diseñado para ser sede social y que acabó siendo hotel de lujo, o también del mucho más asequible pero no por ello menos impactante hotel Viura. Estos 2 hoteles riojanos coinciden en el contraste que ofrecen con las preciosas Iglesias de San Andrés , de igual nombre en ambas localidades, y que conforman un bello contraste entre pasado y presente, arquitectura religiosa y civil, saber hacer del hombre en ambos casos.

Esperamos que este breve post anime a conocer este camino menos transitado entre viñedos, siguiendo la misma idea que planteábamos al hablar de Ribera del Duero y el entorno que lleva de la Horra a Roa en Burgos. 

¡Buen viaje!

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